En una industria en constante evaporación, donde las identidades se diseñan para consumirse y reemplazarse tan rápido como una línea de producción y se construyen a través de la estandarización. Rick Owens plasma una solidificación ante esta industria la cual vive en la liquidez, pues a diferencia de otras marcas, Rick Owens se mantiene firme a su identidad y concepto como centro atractivo de la marca, pues en un mundo lleno de branding y de piezas que buscan denotar su esencia a través de un logo y la replicación de tendencias. Rick Owens se muestra austero ante esta perspectiva, pues no es una firma que busque reflejar su identidad a través de brandear sus piezas, como lo pueden ser marcas de todo tipo de nicho y/o target, ni mucho menos busca replicar tendencias en sus diseños.
Esta esencia de Rick Owens yace en el diseño de sus piezas. Un concepto cargado de una variedad de significados que se unifican y se replican una y otra vez con cada una de sus colecciones, las cuales a su vez funcionan como una reafirmación y fortalecimiento de su identidad, lo que da como resultado una percepción de arte a sus piezas y archivos.
El concepto de arte muchas veces se utiliza como una palabra dicha a la ligera y sin ningún tipo de distinción alguna; sin embargo, existen múltiples requisitos para poder señalar un producto como arte.
La moda como concepto no siempre estuvo vinculada al arte. El término “arte” proviene del latín ars, “habilidad, técnica, método”; a su vez relacionado con el griego téchne, que no se refería únicamente a lo bello, sino al acto consciente de producir algo que no existe en la naturaleza. Bajo esta raíz no existe arte sin intención: intención de significar, provocar, registrar o subvertir.
En la historia reciente del pensamiento cultural, autores como Arthur Danto sostienen que algo se convierte en arte cuando se ubica bajo la mirada de la filosofía del arte es decir, cuando está legitimado por discurso, contexto y crítica. Del mismo modo, Walter Benjamin afirmaba que lo que separa a un objeto utilitario de un objeto artístico es su “aura”: su irrepetibilidad, su relación con el ritual y su carga simbólica.
Es justamente en ese cruce, donde la técnica, la intención, el discurso y el aura se vuelven parte esencial en el pocisiocnamiento de Rick Owens como uno de los pocos diseñadores que no produce ropa, sino arte utilitario.
Owens no solo propone estética; proporciona un sistema de signo, el cual se ve reflejado en el concepto de creación de sus piezas. Estas traen con sí una carga simbólica, las cuales son concebidas grácias a multiples diciplinas y artes, como la arquitectura por ejemplo, pues en sus piezas se puden apreciar rasgos y corrientes ártísticas derivadas de esta diciplina, estas se visualizan en la variedad de formas y estructuras que se buscar formar a través de la anatomía del ser humano. Aunado a ello la visualización de los shows que operan como performances, más que un espectaculo se convierten en un espacio de discusión sociopolítica.
Esta estructuración permite concebir culturalmente, su obra como una crítica a la homogeneización y estandarización del gusto global mediante una estética brutalista, anti mainstream, mostrándose sólida ante una sociedad líquida. Económicamente opera como un ecosistema autónomo donde cultiva una economía de escasez, archivo y culto.
Owens se convierte así en uno de los pocos casos donde la moda se percibe, se colecciona y se archiva como arte contemporáneo. No es casualidad que sus piezas funcionen en el mercado secundario de la misma forma en que lo hacen ciertas esculturas o ediciones fotográficas: su valor no caduca por temporalidad, sino por narrativa.
En el nicho de archivo y curaduría, Rick Owens encarna algo que pocas marcas logran: temporalidad expandida. Su obra no envejece porque nunca fue moderna; fue atemporal y post–humana desde su concepción. Para el archivista o curador contemporáneo, Rick Owens no es “una marca”, ni siquiera “un diseñador”, es un movimiento conceptual y estructural artistico dentro de la moda.

